El Valor De Conocerme: Mi Cuerpo, Mi Mente Y Mi Espíritu.
El Valor De Conocerme: Mi Cuerpo, Mi Mente Y Mi Espíritu.
Para empezar, planteémonos la siguiente pregunta, ¿realmente nos conocemos a nosotros mismos? Más allá de saber nuestro nombre, edad y profesión, ¿objetivamente nos conocemos a profundidad? muchas veces hacemos cosas sin tener muy claro el ¿Por qué?, o sentimos algunas otras que nos cuesta traducir en palabras; conocernos no es tan sencillo implica un viaje largo y reflexivo.
Vamos a ver al hombre y la vida como un viaje, unas vacaciones, una aventura. Estamos recién salidos del colegio y con ganas de comernos el mundo, invadidos por felicidad y optimismo, listos para enfrentarnos a lo que sea. Para completar la felicidad, nos regalan el carro de nuestros sueños, un Ferrari rojo último modelo. Sin embargo, en la vida no todo es color de rosa, resulta que no sabemos manejar y añádale que no conocemos el mundo, estamos familiarizados únicamente con la ruta trazada entre nuestra casa y el colegio, pero como nuestros resultados escolares fueron tan positivos, no hay problema, nos van a poner un conductor que se conoce el mundo completico, tiene toda la experiencia que uno quisiera y ha salido avante de todos los problemas que se le han presentado.
¿Qué más podríamos pedir? tenemos el carro de nuestros sueños y un compañero experimentado que nos va a llevar a donde nosotros queramos, dotado de estrategias de supervivencia y grandes destrezas, lo mejor de todo es que está dispuesto a hacer lo que nosotros le digamos. En ese orden de ideas, nosotros seremos el copiloto, pero no uno pasivo, recuerden que a pesar de que nuestro piloto se ha adaptado a muchos cambios y sabe cómo conducir, está dispuesto a seguir nuestras instrucciones, es por ello por lo que debemos conocer en profundidad el funcionamiento del carro, así como las debilidades y fortalezas del piloto, para poder tomar decisiones y directrices acertadas en los recorridos.
Si queremos iniciar el viaje, ¿qué es lo primero que debemos hacer? Primero nos aseguramos de contar con la tecno mecánica previa, es decir que una revisión profesional certifique el excelente estado de la carrocería, de los frenos, la dirección, la suspensión, el sistema de las señales visuales y audibles, las llantas y el conjunto de vidrios de seguridad. Adicionalmente, por nosotros mismos aprendemos a verificar algunas cosas, como el aire en las llantas, el nivel de gasolina (pero no de cualquiera, garantizamos que sea de la mejor calidad, porque es un Ferrari), el aceite, el líquido refrigerante y los más cuidadosos otras más. Así como a identificar señales de alerta como ruidos extraños en el motor, cambios en la fuerza del vehículo, entre otros. Esto implica que debo conocer muy bien de que está constituido.
Aterrizando esta metáfora a nuestra realidad, el vehículo hace referencia a la perfecta máquina que es nuestro cuerpo, pero los invito a que nos hagamos las siguientes interrogantes ¿será que conocemos nuestro cuerpo al mismo nivel que conoceríamos al vehículo? ¿tenemos los mismos cuidados respecto a su buen funcionamiento? ¿Nos tomamos también un tiempo para verificar que nuestro cuerpo esté bien? cuando salimos cada mañana que hacemos, seguramente nuestra higiene personal, presentación, entre otros, pero ¿realmente garantizamos contar con una buena revisión profesional de nuestro funcionamiento? ¿le damos la mejor gasolina, es decir ingerimos alimentación balanceada y de buena calidad? ¿hacemos ejercicio o al menos algunos estiramientos? ¿Cómo nos tratamos a nosotros mismos? Contamos con un vehículo de lujo ¿lo estamos cuidando o destruyendo?
Necesitamos conocer cómo funciona y todo lo que necesita nuestro cuerpo para estar bien, pero es cierto que toma mucho tiempo y parece ser que en esta sociedad moderna en la que vivimos, no es precisamente de lo que más disponemos. Pero por lo menos controlemos las decisiones que tomamos, documentémonos e informémonos bien; existe suficiente evidencia basada en estudios científicos, que ha demostrado que el cigarrillo, alcohol, embutidos, metales pesados, azúcar, grasas malas, excesos, estrés, sedentarismo, malos hábitos de sueño, entre otros, SON VENENO para nuestro cuerpo. ¿entonces, porque insistimos en auto envenenarnos? Cuidemos de nuestro cuerpo porque es el único vehículo que tenemos para recorrer el largo camino de la vida, y depende de nosotros en qué condiciones y estado vamos a estar para transitar nuestros últimos kilómetros.
Ahora vamos a profundizar en otro actor importante de nuestra metáfora, nuestro piloto experto, con esto hacemos referencia a la mente, constituida por nuestro cerebro, el cual viene dotado de conocimiento innato producto 2 millones y medio de años de evolución, contando desde el “Homus Habilis”. A lo largo de la evolución el principal desarrollo se dio en nuestro cerebro, pasando de un tamaño de 600 cm³ a uno de 1.400 cm³ en promedio. Esa evolución trajo como consecuencia unas increíbles capacidades que hicieron que el hombre se diferenciara completamente de los demás animales.
Actualmente, se tiene un alto conocimiento del cerebro humano y su funcionamiento, sin embargo, existen aún muchas interrogantes por resolver. Se ha avanzado en el tema, ¿pero sabemos nosotros cómo funciona nuestro cerebro? ¿Por qué esa falta de interés? ¿acaso ser conscientes no va más allá de reconocernos?, Es necesario conocernos a profundidad, saber cómo funcionamos.
La evolución ha hecho que los animales seamos lo más eficientes posible, para así aprovechar los recursos que no necesariamente eran fáciles de conseguir, como relativamente lo son ahora. El cerebro no está fuera de esa especialización en el ahorro energético, por lo que automatizamos la mayor cantidad de procesos mecánicos, para que el consumo de energía sea cada vez menor, lo mismo sucede con el pensamiento, es mejor apegarnos a pensamientos y conocimientos que ya tenemos, que tener que pensar y analizar desde cero nuestro mundo y la forma en que interactuamos con él.
Nuestro sistema nervioso central se encuentra encerrado dentro del cuerpo y gracias a una red de sensores toma información del exterior y crea en su interior una interpretación de la realidad que lo rodea. Producto de nuestra evolución, el cerebro ha ajustado la información que recibe a través de los sentidos y la interpreta. El cerebro elabora sus interpretaciones del mundo de acuerdo con nuestra predisposición genética y con el aprendizaje cultural, experiencial y familiar al que hemos estado expuestos.
Venimos con una programación de fábrica, pero no es una programación inamovible, gracias a la neuro plasticidad del cerebro podemos cambiarla auto programando nuestro cerebro. Es un trabajo arduo, pero satisfactorio y provechoso para la sociedad.
Finalmente, tenemos al último actor, denominado espíritu, con esto me refiero al YO o a la consciencia; para nuestro ejemplo, hablo de nosotros, del copiloto que ha emprendido este maravilloso viaje.
La conciencia aparece de forma rudimentaria y primaria en varios animales, como chimpancés, orangutanes, delfines, orcas, elefantes, cerdos, urracas, entre otros, quienes son capaces de reconocerse en el espejo, discriminándose claramente de los otros. Sin embargo, las características secundarias únicas en la conciencia humana y estre¬chamente relacionadas con el desarrollo de nuestra corteza frontal, han permitido en nuestra especie la aparición de un YO más elaborado.
El YO hace referencia a un constructo psicológico que permite darle continuidad a nuestra experiencia a través del tiempo, de forma que nos identificamos por medio de ese conjunto de vivencias y las evaluamos siempre como algo propio, algo que vivimos y no como una experiencia ajena. Este nivel de auto-conciencia humana requiere una capacidad semántica y, en su forma más avanzada, una capacidad lingüística, que permita el desarrollo de construcciones de pensamiento y conciencia de orden superior; otorgando a los individuos la capacidad de construir una mismidad.
De acuerdo con la evolución, el desarrollo especial de estas capacidades en la especie humana se dio posterior a que el hombre dominara el fuego y aumentara significativamente su ingesta de proteínas, producto de la cocción de sus alimentos, especialmente la carne; aumentando nuestra capacidad cerebral, a tal punto que el cerebro animal empezó a compartir espacio con una nueva parte dentro de él, la conciencia.
Este nuevo componente del cerebro empezó a analizar el mundo en que estaba inmerso, así como su forma de interactuar con él, ya no fue suficiente comer por hambre o reproducirse por dar continuidad a la especie. El hombre comenzó a tomar decisiones bajo nuevos estándares, continuarían los instintos básicos modelando su actuar, pero cuando las circunstancias lo permitieran, tendría en cuenta también sus sensaciones. El cerebro creó un copiloto que le ayudaría a analizar su interacción con los demás y con el ambiente, un amigo que estaría pendiente de la forma en que su entorno le afectaba, para así poder planear y decidir sus futuras actuaciones.
En el análisis de nuestra individualidad y de los vínculos sociales que establecemos, el lenguaje y escritura han representado un hito crucial, no solo en el desarrollo de capacidades de conciencia superior, sino en la aparición de culturas, permitiéndonos la transmisión oral del conocimiento a través de generaciones. Dicha transmisión fue necesaria para fortalecer las diferentes sociedades, y es que antes de aprender que era una ventaja el compartir el conocimiento, el ser humano de la época entendió que vivir en comunidad aumentaba no solo sus posibilidades de sobrevivir, sino que también les proporcionaba un mayor bienestar y ciertas comodidades. La ciencia ha demostrado a través de estudios, que el desarrollo de conductas cooperativas genera bienestar personal y común.
Es importante actuar en consecuencia y de la forma que mejor nos convenga, pero en un mundo en el que parece ser que mi bienestar y el presente es lo único importante, el actuar del YO debe ser en pro de lograr un actuar menos egoísta. Recordemos que como personas somos parte de un todo más grande, de una especie llamada seres humanos, de un planeta llamado tierra que contiene esta creación tan maravillosa llamada vida. Si logramos emprender este viaje en las mejores condiciones posibles, conociendo a cada uno de los actores vinculados y propendiendo el bienestar de todos, entonces esta aventura se cargará de sentido, valor y trascendencia.
Autor: Luisa Fernanda Zambrano
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